”Toda forma viva es, al propio tiempo, imagen o espejo de la vida, y la vida misma [...] La operación de los puntos, líneas, superficies y colores es larga, lenta, tortuosa, llena de errores, de cegueras, de dudas, angustia y peligro, pero también se dan, a lo largo de ella, paz, equilibrio, profunda satisfacción, placer y libertad exhilarante, porque se trata de cifrar la convergencia del afecto del que pinta con el sentir de la naturaleza [...] Yo no quiero representar, sino manifestar o, al menos, colaborar en el acto de la aparición. Esto ya implica, de parte de quien contempla la obra, una lectura que puede y debe ir más allá de la simple interpretación o traducción formalista. Puesto que son cosas que se manifiestan, el mejor medio de conocimiento, del lado del contemplador, sería una atenta contemplación o escucha prolongada e intensa que le hiciera posible sentir, conectar, conocer a fondo aquello que contempla: tener la verdadera visión (en el sentido, justamente, de ver visiones)”.
Pablo Palazuelo
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