un territorio idílico
donde
Jonathan y Paula convergen
para describirnos el acto complejo de la producción a
dúo. No existe en esta dinámica reglamento alguno que delimite la pertenencia de uno y del otro, es un evento de plena apertura creativa donde se rebasa la frontera del razonamiento convencional y que estipula al bastidor como un objeto de egos territoriales.
Se difumina
la dualidad y emerge
de la
ubicuidad una
nueva entidad, autónoma y operativa que perpetra sobre la superficie de la tela complejos cálculos sobre la existencia
del Nun y el eco en la obra. Ellos establecen alianzas estéticas, se depuran desacuerdos
y se comparte como el pan una técnica de sucesos grafológicos, fluidos erráticos y aleatorios que
esperan en
el divino
fenómeno de
la evaporación la adherencia del pigmento permanentemente. Esta cualidad visual es una característica de convergencia
colectiva que procuro desde el inicio del proyecto una similitud de búsquedas y referencias pictóricas como Gego, Paul Klee, Vasili Kandinski o Mark Rothko.
En sus
obras
es perceptible el
sentido
de ingravidez y
de luz diáfana;
pareciere por momentos ser una clara evocación sobre el
sentido que nos cobija y absorbe como espectadores coparticipes de una peregrinación hacia el profundo territorio habitado por todos las vacíos y todos los silencios.
Paula y
Jonathan, dos compañeros expatriados que por circunstancias diferentes encuentran
en Sonora
los
afectos familiares y
un desierto que supo reconocerles
un lenguaje
fantasmagórico
y etéreo. En su trabajo es visible la perspectiva aérea, aquellos senderos de espesa niebla y de dulce aroma a Lisboa y Caracas, a pan de Belén y arepas frescas. Quedan sugeridos paisajes minerales, esteros de
oxido donde los navegantes extraviados buscan bajo la constelación de Casiopea el sendero que los lleve de regreso a casa.
E S T E B A N M O R E N O
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